jueves, 12 de mayo de 2011

Desmontando a Xavi


Alguien es capaz de echar la vista atrás aproximadamente 3 años? Nos referimos a antes de jugarse la Eurocopa de Austria y Viena. Xavi Hernández era el supuesto líder de un Barça que acababa de hacerle el pasillo al Madrid en el Bernabeu, del cual les separaron 18 puntos en la clasificación final de esa temporada.

Xavi estaba siendo discutido por casi todo el barcelonismo, quizá porque seguía siendo una de las caras visibles de gasparismo, de una época marcada por los sinsabores. Una gran parte de la afición, aunque ahora lo niegue, se desesperaba por su lentitud, su manía de hacer 'la peonza' y su curiosa táctica de defender mirando y guardando las distancias. Incluso en los buenos equipos de los que forma parte durante esos años, su papel es claramente secundario siempre. Sin ir más lejos, la Champions que gana el Barça en esa época coincide, curiosamente, con la única lesión grave del de Terrasa. Y con un nivel superlativo de Ronaldinho, Eto'o y Deco, auténticos motores del Barça de Rijkaard, los 3 jugadores que mejor representaron el zénit y el ocaso de aquel gran equipo.

La Eurocopa se supone que lo cambia todo. Gana España el torneo y Xavi se lleva, ante la sorpresa de muchos, un título de mejor jugador del torneo que en justicia correspondería al menos glamouroso Marcos Senna. Se interpretó como una decisión colectiva, una especie de homenaje a un equipo que había desarrollado por momentos un fútbol muy bonito (la segunda parte de las semifinales y la final, sin ir más lejos). Pero no deberíamos olvidarnos de que ese torneo, digan lo que digan del tiki-taka, se empieza a ganar en una tanda de penalties contra Italia tras un partido feo, aburrido y sin ocasiones. Con Casillas de héroe, claro. Y con la portería imbatida desde cuartos.

Empieza la etapa dorada de nuestro amigo. En un equipo tremendo y en un contexto favorable, por fin actúa de líder. El Barça gana con justicia y con unos números aplastantes Liga y Copa, y en Champions Obrevo firma una actuación bochornosa para permitir que el fútbol del toque horizontal triunfe. Aunque para eso haya que robarle 4 penalties al Chelsea en su propio estadio. Había ganado el fútbol, ya empezaba esa cantinela, aunque ese supuesto juego ofensivo se tradujera en un sólo tiro a puerta en todo el partido. Curiosamente, en el mismo campo donde, años atrás, el propio Xavi había sacado a relucir todos sus defectos en media hora dantesca plagada de resbalones, juego timorato y lentitud, que le costó al Barça un 3-0 de inicio. Ironías de la vida, supongo.

Era el origen de lo que sería el nuevo orden futbolístico: son los mejores, si lo demuestran, aplaudimos, si no lo demuestran, les echamos una mano (y aplaudimos luego, obviamente). Fue el año del famoso triplete y el comienzo del Barça de Guardiola. La tendencia estaba clara y todavía hoy continúa: buen juego colectivo casi siempre, y cuando fallaba algo, decidirían o bien un argentino excepcional o bien un señor con un silbato. O ambos.

De su Mundial hablamos? Ese torneo que para muchos demuestra que Messi es lo que es gracias a los 2 bajitos del Barça, deja bien claro lo contrario: España pasa muy apurada un grupo flojo, gana luego a Portugal con gol dudoso, gana a Paraguay tras parar Casillas un penalty con 0-0, gana a una Alemania sin Muller (hasta entonces el mejor jugador del torneo) a balón parado y gana en la final a Holanda, en la prórroga, tras salvar Casillas otra vez un gol cantado. La supuesta España del juego excelso es, en realidad, el campeón menos goleador de la historia de los mundiales y un equipo que sufrió para ganar prácticamente todos los partidos. Un conjunto de mucha posesión pero poquísimas ocasiones, al que las individualidades, la suerte y, sobre todo, la competitividad de sus jugadores mantuvieron a flote. Que, realmente, es lo normal, en un Mundial nadie regala nada y ganar partidos es ya en sí mismo una hazaña. Y se levantó el trofeo, otra vez y como 2 años antes, gracias a goles de Villa en la primera parte del torneo, a las paradas decisivas de Casillas y a la solidez atrás. Recordemos, de 1-0 en 1-0 hasta la victoria final. Y no es una crítica, al contrario, cientos de equipos pagarían por esa fiabilidad, pero dista bastante de lo que muchos se han empeñado en contarnos, intentando reescribir una historia que tenemos muy reciente.

Ahí Xavi rompe. Su mediocre Mundial no le impide empezar su papel mesiánico. Y es raro, porque a un tipo como él, que conoció los infiernos y el cielo, se le debería suponer cierta mesura y prudencia. O memoria. Pero no, se ha erigido en único representante del 'buen fútbol' y desde entonces, cada vez que tiene ocasión, no para de despreciar a los equipos que no juegan según la pauta que a él le gusta. A la mierda la humildad. Bañado en su habitual prepotencia, habla con la pausa de quien disfruta escuchándose, de quien está encantado de haberse conocido, de quien mira al resto por encima del hombro, desde su trono, con una sonrisa cínica perpetuamente dibujada en la cara.

No contento con eso, también se pone a dar clases de ética, a pontificar sobre valores, a calificar a la Massia como una escuela de la vida y perlas similares. Vaya, cómo está la escuela para que parte de tus valores sean las primas a terceros reconocidas, negarse a jugar un partido de Copa (impunemente), tirar de todo al campo cuando saca los corners un jugador rival (impunemente), impedir que tu equipo alevín forme bajo el himno español o ser el altavoz de las ocurrencias políticas de tu presidente, un individuo que se queda en calzoncillos en los aeropuertos. Valores todos ellos magníficos. O ya algunos más recientes, como simular agresiones por sistema, escupirle por la espalda a un directivo de la RFEF, encender los aspersores para evitar que el rival celebre un triunfo (mientras agarras del cuello a su entrenador) o hacer promoción en su camiseta de un régimen dictatorial, como sucederá el año próximo. No descartemos que se lleven el próximo Premio Nobel de la Paz.

De momento los resultados le dan la razón. La colección de títulos ganados en estos 3 años es casi irrepetible y, en todo caso, podría llegar a legitimar sus bravuconadas. Pero aún así, Xavi no debería olvidarse de una cosa, por mucho que él defina el estilo de juego (signifique lo que signifique eso), los jugadores verdaderamente decisivos en ambos equipos, en el Barça y en la Selección Española, son Messi e Iker, dos jugadores irrepetibles, pero que no han caído nunca en la tentación de convertirse en los mayores bocazas del reino ni en enseñarle a todo el mundo, como si los demás fueran tontos, cómo se juega a este centenario deporte.

Y es que el famoso juego de toque, como todas las tácticas futbolísticas, no garantiza nada en sí mismo. Es tan legítimo como cualquier otro, pero también es más o menos igual de falible. Aunque si tienes en tu equipo a un tío que mete casi 50 goles al año y a otro que siempre para los balones decisivos, es más fácil que tu verdad sea la que prevalezca. Pero por mucho que insistas en sacar pecho, pueden existir otras verdades. El pensamiento único, la prepotencia y la falta de respeto a los demás son vicios muy feos, más propios de la versión chanate del líder de una secta que del autoproclamado máximo defensor del buen fútbol.

Nuevo episodio en Wembley dentro de nada. Otra vez el un partido de fútbol se convertirá en una especie de diálogo maniqueo. Levantará a 'orejuda' el Barça o, por el contrario, triunfará el anti-fútbol, que esta vez será representado por unos ingleses? Otra vez el bien contra el mal, la cantera contra la cartera. Nuevo capítulo de la guerra de la propaganda. Quien quiera, que lo disfute.

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