lunes, 20 de septiembre de 2010

Génesis (Antiguo Testamento)


Esta es la historia de la primera patada a mala intención de la historia del fútbol. Tuvo como protagonistas a Leo Messi y Tomas Ujfalusi, una tarde de domingo en la que el verano de 2010 daba sus últimos coletazos.

Pocos recuerdan exactamente cómo fue el suceso. Cuentan las crónicas que agonizaba ya el partido cuando el defensa turco cazó al crack argentino. Fue a por él, a pegarle, sin contemplaciones. Sus tacos doblaron el tobillo del 10 blaugrana. Hubo silencio, caras de pánico, miedo. Leo se retorcía de dolor, el checo era expulsado y empezó el post-partido. Se lo había cargado!!!

El filósofo dio una rueda de prensa para el recuerdo y sacó su cara de hooligan con corbata, de ultra con supuesta educación. La prensa (la no cavernaria, ejem) puso en su punto de mira a Ujfalusi. El pueblo se indignó, se echó a la calle con mucha más ansia que en la huelga general que se produciría escasos días después. Incluso una minoría peregrinó a la casa del colchonero, con antorchas y todo, tipo ku kux klan.

La presión era agobiante sobre el pobre chico. De nada le sirvió pedirle perdón a Messi mediante un sms con el móvil de Agüero (qué rácano, madre). Estaba sentenciado. Incluso Ana Rosa Quintana hizo un programa especial de denuncia, que fue record de audiencia y batió también el record de recaudación por los mensajes que aparecian en pantalla (el 90% insultos, el 98% con faltas de ortografía).

Lo condenaron 2 días después, fue el juicio más rápido de la historia. Cadena perpetua... "y gracias", según palabras del encolerizado juez. Poco importó que el código penal español no contemplara esta condena. Hubo quien pidió incluso retomar esa sana costumbre del garrote vil.

Así que el pobre Tomas entró en prisión. Estaba en aislamiento, por miedo a que los demás reclusos lo agredieran. Normal. Su única ventaja era tener tv en su celda. En esa tv vio como 2 días después, Messi saltaba al césped del Camp Nou. Se sorprendió, claro. Pero no tuvo valor a protestar.

Leo ejercía de capitán ese día. En el apretón de manos previo al sorteo de campos, su rival le apretó demasiado fuerte. El filósofo empezó a protestar airadamente desde la banda y el público metió presión de una manera brutal. Hay que proteger a los cracks (o al menos a algunos). Ese día el Barça empezó ganando 1-0 antes de saber hacia qué portería chutaba. Y eso que no le hacía falta.

Ujfalusi sonrió y pensó que se pudriría en la cárcel, pero al menos pasaría a la historia del balompié como el hombre que dio la primera entrada fuerte de la historia... y sobre todo, la más rentable (al menos para el 'afectado')